Durante los pasados años, los niños y jóvenes de Puerto Rico en edad escolar han tenido ciclos académicos interrumpidos a causa de los huracanes, los terremotos y la pandemia. Estos eventos los mantuvieron fuera de la escuela, en principio por algunas semanas, pero luego de forma indefinida.

En el pasado, y a pesar de otras crisis, nuestro sistema de educación ha podido continuar su propósito, pero reconocemos los retos que esto ha implicado. El presente estado nos plantea si el formato tradicional presencial que hemos utilizado para ofrecer la enseñanza será el apropiado para atender las necesidades presentes y más aún, el mundo post pandemia. Lo que sin duda es un reto, también nos presenta una gran oportunidad.

Los profesionales de la conducta y expertos en el campo de salud coincidimos en la importancia que tiene la interacción social y el contacto humano en el proceso pedagógico. El valor del elemento presencial para el contexto académico es un hecho. No obstante, las circunstancias actuales requieren una revisión del proceso de enseñanza para lograr un grado de normalidad. Partiendo de esta premisa, la discusión no debería girar en torno a si es momento o no de regresar al salón de clases. La conversación debe ser cómo lo hacemos y a qué tipo de “salón de clases” volvemos.

Sabemos el impacto negativo que ha tenido el encierro en una alta porción de nuestros niños y adolescentes: retraso de su desarrollo académico, retraso en su desarrollo psicosocial, estados de depresión al perder su grupo de interacción social, entre otros. Sabemos el impacto que ha tenido esta nueva dinámica en los padres y cuidadores de estos niños para quienes sus vidas personales, laborales, profesionales y sociales han sufrido cambios.

Estas realidades sugieren que existe una oportunidad para promover un formato de enseñanza que no gire completamente en torno al salón de clases tradicional. Ese formato debe proveer escenarios modificados de interacción social entre estudiantes y maestros, y entre estudiantes y compañeros. El nuevo “salón de clases” debe ser un espacio que incluya la tecnología disponible para apoyar un proceso educativo que gire en torno al aprendizaje activo.

La versión final de este nuevo “salón de clases” tomará tiempo en conformarse. Podemos aprender de las lecciones aprendidas por otras jurisdicciones que han experimentado con formatos de enseñanza híbrida. Lo cierto es que la formación de este nuevo espacio no debe atrasarse más. Las comunidades escolares, los maestros, los padres y los mismos estudiantes deben ser parte de este proceso. Solo así podremos diseñar experiencias de aprendizaje atemperadas a las necesidades de este momento histórico, integrando diferentes métodos de enseñanza, apoyados por la tecnología y guiados por la ciencia y los expertos en salud.