Ya han pasado casi dos meses desde que el mundo se enteró de la terrible noticia del colapso del edificio Champlain Towers frente a la playa en la pequeña ciudad de Surfside en el sur de Florida. Este evento sin precedentes llenó de dolor tanto a los residentes de esta comunidad como a toda la nación. Con un número espeluznante de casi 100 víctimas fatales, las familias y amigos de los fallecidos, los sobrevivientes, y los miembros de la comunidad apenas están comenzando a sobrellevar el daño emocional, el dolor y el trauma que esta tragedia ha causado.
Cuando ocurren desastres como este, generalmente son inesperados y abrumadores. Su naturaleza repentina, dolorosa y traumática puede hacer que las víctimas se sientan indefensas, desorientadas, aturdidas e incapaces de comprender la avalancha de información.
Cuando el cerebro percibe un evento repentino y traumático y no se toman medidas de control, las regiones que normalmente identifican amenazas se vuelven hiperactivas, lo que hace que el individuo se sienta inseguro y tenga expectativas negativas sobre la vida.
Diferentes estudios científicos sobre el trauma han demostrado sus efectos a largo plazo. Por ejemplo, un estudio neurológico realizado a un grupo de personas que vivían muy cerca al World Trade Center en Nueva York durante los ataques del 11 de septiembre de 2001 encontró que sus sistemas de detección de amenazas cerebrales continuaban en estado hiperactivo cinco años después del atentado.
Tener hormonas estresantes, como el cortisol, circulando en el cuerpo por más tiempo de lo necesario puede llevar a las personas a tener problemas de salud graves como anomalías cardiovasculares, niveles altos de glucosa y complicaciones inmunológicas, entre otros.
El camino hacia la recuperación después de un evento traumático puede traer sentimientos intensos de desesperanza y miedo en una persona. Sin embargo, si esos sentimientos están presentes durante mucho tiempo e interfieren con el funcionamiento de la persona, es importante buscar ayuda profesional.
Algunas de las respuestas comunes observadas en aquellos que han estado expuestos a un desastre incluyen:
• Sentimientos intensos o impredecibles. Algunos individuos pueden experimentar cambios en su estado anímico, irritabilidad, ansiedad y sentirse abrumados con facilidad.
• Cambios en los patrones de pensamiento / comportamiento. Los individuos pueden tener recuerdos vívidos y recurrentes del evento. A veces, estos recuerdos surgen inesperadamente y, a menudo, desencadenan reacciones físicas como palpitaciones y transpiración. Además, las personas pueden tener dificultades para concentrarse y tomar decisiones.
• Interrupción de los patrones de sueño y alimentación. Algunas personas pueden comer en exceso o dormir demasiado, mientras que otras pueden sufrir de inapetencia e insomnio.
• Sensibilidad a los factores ambientales. Las personas reaccionan negativamente a ruidos fuertes, especialmente sirenas o cualquier otro estímulo ambiental que les traiga memorias del desastre.
• Relaciones interpersonales tensas. Puede haber un aumento en conflictos, como desacuerdos con familiares o irritarse fácilmente por los comportamientos de los demás. Algunas personas optan por desconectarse de sus familias y amigos y retirarse de reuniones sociales.
• Síntomas físicos relacionados con el estrés. Después de un desastre, es muy común tener síntomas físicos relacionados con estrés, como las náuseas, dolores de cabeza y dolor en el pecho. Algunos de estos síntomas pueden requerir de atención médica.
Es difícil determinar cuánto tiempo le tomará a la mayoría de las personas recuperarse de la experiencia traumática de un desastre, ya que hay un sinnúmero de factores en juego con cada individuo, como condiciones de salud mental preexistentes o exposición a un trauma, o si la persona tiene o no un sistema de apoyo personal.
Sin embargo, hay muchas formas en las que una persona puede fortalecer su bienestar emocional y recuperar una sensación de control después de un desastre, como por ejemplo:
• Permitir un período de duelo por las pérdidas que puedan haber sufrido.
• Permitir que la persona sane a su propio ritmo, siendo más sensible y paciente consigo misma mientras experimenta cambios en su estado emocional.
• Buscar rodearse de personas que se preocupen por ellos o buscar el apoyo de otros que puedan sentir empatía por su situación. El apoyo social no solo es un factor de protección para tener una buena salud mental en general, sino que es crucial para poder recuperarse de una experiencia traumática.
• Recuperar el control emocional al canalizar las experiencias traumáticas del evento en cualquier forma que les resulte cómoda, como hablar con familiares y amigos, escribir en un diario y participar en actividades que despierten la creatividad como pintar, dibujar, fotografía, o cerámica, entre otras.
• Adoptar comportamientos saludables que mejoren la capacidad que una persona tiene para afrontar el estrés traumático, como tener una dieta equilibrada, hacer muchos ejercicios y descansar bien. Además, evitar el consumo de alcohol o drogas, ya que pueden ser una distracción poco saludable en el camino hacia la recuperación.
La mayoría de los sobrevivientes de traumas se benefician de realizar nuevas actividades, que a su vez puedan constituir herramientas efectivas para afrontar a futuro momentos difíciles.
Los estudios científicos han demostrado que la mayoría de las personas son fuertes y pueden recuperarse de la tragedia con tiempo. Algunas personas incluso han reportado un crecimiento personal después de tiempos de crisis. Otros experimentan una sensación elevada de espiritualidad, así como un mayor aprecio por la familia, los amigos y la vida. Sin embargo, si las víctimas o sus familiares notan un patrón constante en sus sentimientos de aflicción o desesperanza que interfieren con su funcionamiento y responsabilidades cotidianas normales, se debe buscar ayuda profesional lo antes posible.
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