La fórmula para un Puerto Rico productivo, positivo y funcional

Columna Punto de Vista, por el Dr. José Pons Madera

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La Organización Mundial de la Salud estima que más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión y que más de 260 millones presentan trastornos de ansiedad. Cónsono con esa alta prevalencia de trastornos depresivos y de ansiedad, Puerto Rico es una de las jurisdicciones de Estado Unidos con mayores problemas de salud mental. Esta realidad se refleja a través de las altas tasas de suicidio, incidentes de violencia y personas que reciben diversos tipos de tratamiento para condiciones psicológicas y psiquiátricas.

Sabemos que durante la pasada década los trastornos de estrés, los de ajuste a la vida y la disfunción emocional y mental han aumentado. Esto se asocia a la crisis económica y social del país, a los múltiples desastres naturales y a otros eventos traumatizantes acontecidos en la isla. Ante esta realidad, urge que los gobiernos y la ciudadanía cobren consciencia y vean con urgencia el estado de salud mental de familiares y de miembros de sus comunidades.

La falta de atención a los problemas de salud mental tiene consecuencias serias a nivel individual y social. Desde la perspectiva del individuo, el padecimiento de enfermedades mentales sin la atención profesional requerida incide en el desarrollo y peor aún, en el deterioro de la salud física. También se conoce que el padecimiento crónico de condiciones de salud mental sin tratamiento eventualmente afecta la calidad de vida del individuo. A nivel social y comunitario, existe un patrón similar. El deterioro de la fibra social puede ser un síntoma de la ausencia de servicios psicosociales adecuados y de una estrategia clara y concertada a favor de la promoción de la salud.

La salud mental se manifiesta en una experiencia relativamente consistente de bienestar, lo que a su vez tiene tres elementos fundamentales: el emocional o afectivo, el psicológico/mental y el psico-social. Salud mental no se trata meramente de la ausencia de una enfermedad o dolencia. Se asocia con la presencia perdurable de un estado de bienestar positivo, con optimismo, motivación y la capacidad para ser funcional en el entorno social.

Para alcanzar ese estado de bienestar perdurable se requiere a su vez atender los factores socioeconómicos y ambientales que inciden en la salud mental de los individuos y las comunidades. Sabemos que factores como la pobreza, las condiciones de vida inadecuadas, los trauma psico-sociales y la falta de una educación apropiada son factores de riesgo para el desarrollo de estrés displicente (doloroso) y en manifestaciones más severas de trastornos mentales. Un paso importante y certero para promover el bienestar de la sociedad puertorriqueña debe ir dirigido a atender adecuadamente esos factores psico-sociales, socioeconómicos y sociopolíticos.

Nuestra riqueza futura no sólo depende de cuántos empleos seamos capaces de crear, cuántas nuevas leyes podamos aprobar, o cuántos estudiantes podamos graduar. Nuestra riqueza futura está directamente atada a la capacidad que desarrollemos como pueblo para promover el bienestar general y la salud mental, sentando las bases para un país positivo, productivo y funcional.